martes, marzo 12

Nuestros años felices - Jean-Luc y François



Este compilado de textos surge a partir del entusiasmo que despertaron una serie de tuits (¡tuits!) que publiqué hace unos días en esa red social. Dichos textos eran, básicamente, extractos de cartas de François Truffaut, sobre todo de su relación con Jean-Luc Godard. Esas frases estaban sacadas del libro François Truffaut – Correspondence 1945-1984. Libro que había encontrado ese mismo día a un precio irrisorio en una librería de segunda mano. La historia de Godard y Truffaut, y la de todo el grupo original de la revista Cahiers du cinema es el típico material de suplemento cultural o revista dominical. Inclusive Juan Forn le dedicó una de sus contratapas. La idea, entonces, es dejar hablar a los protagonistas y tratar de molestar lo menos posible.

Aquí vamos.

En mayo del 73 se estrena La noche americana (La nuit américaine). Jean-Luc Godard, después de verla, le escribe una carta a François Truffaut, con quien había roto relaciones desde mayo del 68. Entre otras cosas, le dice:

Ayer vi La noche americana. Probablemente nadie te va a decir que sos un mentiroso. Así que lo haré yo.

Truffaut le responde:

Me importa un carajo lo que opines de La noche americana.

Y agrega:

Ha llegado el momento de decirte que, en mi opinión, te estuviste portando como una mierda.

La novela entre François Truffaut y Jean-Luc Godard, como todas las historias de odio, comenzó siendo una historia de amor.

Dudley Andrew en su biografía sobre André Bazin, cuenta así el supuesto (y  glamoroso) primer encuentro:

Aunque era una alternativa a los certámenes fílmicos, el Festival du Film Maudit (corría el año 1949) aún adolecía de todas las trampas de Cannes. Celebrado en el suntuoso hotel de este lugar de vacaciones de la costa atlántica, estaba presidido por Jean Cocteau, y se enorgullecía de un comité de honor integrado por el prefecto del departamento, el alcalde de Biarritz, un marqués d’ Arcangues, Orson Welles y Cocteau. Un portero controlaba a todos los invitados y detenía o impedía la entrada de quienes no eran esperados o  no vestían adecuadamente. Entre las personas que a todas luces no eran esperadas se contaban Jacques Rivette, Godard y Truffaut. Ninguno había cumplido los veinte, eran “bohemios” y vociferantes, y  le armaron  una escena al portero hasta la oportuna llegada de Cocteau, vestido de frac. Condujo a sus jóvenes amigos adentro con un movimiento de su mano y, como presidente del festival, consiguió reunir a la aristocracia y  a los jóvenes turcos, o al menos mantenerlos a prudente distancia.

Orson Welles, Jean Cocteau, aristócratas vestidos de frac. Nada mal para un primer encuentro. Sin embargo, Colin MacCabe en su biografía sobre Godard, hace la siguiente aclaración:

No hay seguridad de si ésta fue la primera vez que se reunieron Truffaut, Godard y el resto del “gang Schérer” (grupo de críticos de los primeros años 50 entre los que se contaban Godard, Rivette y, justamente, Maurice Henri Joseph Schérer, alias: Eric Rohmer ). Parece probable que sus caminos se hubieran cruzado en las noches de los martes en el Studio Páranse o la Cinémathèque. Pero sí es cierto que fue allí donde entablaron una firme amistad Truffaut, Rivette y Charles Bitsch, quien sería ayudante de Truffaut en la mayoría de las películas de los años sesenta.

Al principio de la historia, el papel del “chico malo” le pertenecía a Truffaut. Un niño problemático que encuentra en el cine un lugar y una familia a la cual pertenecer. Basta ver Los 400 golpes (Les quatre cents coups) para conocer la biografía de aquellos primeros años del joven y precoz delincuente Truffaut.

Entre los que vieron algo especial en ese muchachito aparecen algunos nombres importantes, entre ellos, su padre afectivo y profesional, el crítico André Bazin y el escritor Jean Genet.

Todo este cruce de nombres, momentos y situaciones, dieron como nacimiento una revista de cine llamada Cahiers du cinema. Pero esa es otra historia.

Volvamos a los jóvenes François y Jean-Luc y sus respectivas infancias.

A diferencia de Truffaut y su disfuncional familia de trabajadores, los orígenes de Godard no podrían ser mejores. Dice el lugar común que los opuestos se atraen. Y  esto dice Godard sobre sus respectivas infancias:

Cuando mis padres se separaron, entonces nosotros nos separamos. Pero aproveché la familia hasta el límite. Truffaut tuvo una infancia muy dura, desgraciada como muchos jóvenes. Yo, al contrario, lo tuve todo. Y la riqueza ya no puede afectarme. Cuando era pequeño, tenía cinco casas, doce barcos. Tenía acceso a las casas, al sol, al mar, a la nieve. Eso es algo que le faltó a Truffaut. Nosotros no teníamos que esforzarnos. Estábamos rodeados de libros. Había un cierto rigor protestante y eso era importante. Si existe una imagen de la democracia feliz, y además rica, creo que la he conocido.
Durante mi infancia fui tan querido que después ya no he tenido necesidad de ese amor, ya estaba colmado. En el caso de François era más bien al contrario; al principio hubo una falta de amor, una falta de reconocimiento…Yo era valorado, aunque fuera como cabeza loca o como granuja, pero también por tener tal don, tal aptitud, tal cabello o tal belleza, en fin, tenía la sensación de ser amado; y eso ha hecho que, después, no haya sentido la necesidad de querer ser amado por Hitchcock o Spielberg.

Con el tiempo, FT le reclamará a JLG de manera burlona, pertenecer “al grupito de Coppola”. En un momento en el que Godard coqueteó con la posibilidad que American Zoetrope, flamante compañía de Coppola, le produjera uno de sus proyectos.

Una vez establecidos como críticos, es François Truffaut quien con su famoso texto “Una cierta tendencia del cine francés” (escrito en 1954) establece las bases para cambiar la historia del cine galo (y más tarde a la del resto del mundo). Y lo hace condenando a la lista negra a nombres que hasta ese entonces, gozaban del prestigio y reconocimiento. Un articulo hiriente sobre el llamado “cinéma de qualité” que preparará lentamente, el terreno para lo que estaba por venir. El texto es, también, -a pesar de se ser algo casi siempre dejado de lado- un duro reclamo al estado de la crítica del momento.

Sobre ese escrito, Jacques Doniol-Valcroze (crítico, realizador y uno de los fundadores de Cahiers du cinema) escribiría más tarde:

Ni Bazin ni yo, y ambos pasamos mucho tiempo pensando antes de publicar el artículo, teníamos la más leve idea de que el impacto llegara a ser tan grande.

Aunque, hay que decirlo, el llamado “cinéma de qualité” seguiría  existiendo adoptando diferentes formas. Formas que, en sus peores momentos, hasta el propio Truffaut terminaría adoptando.

Volvamos a ese texto, una (no tan) pequeña guerra del cerdo. La primera batalla de una ofensiva que se terminaría por ganar con la presentación de Los 400 golpes en el festival de Cannes.

El 22 de abril de 1959, JLG, al enterarse de la inclusión de Los 400 golpes en la competencia oficial del festival de Cannes, escribe un artículo en la revista Arts y lo titula: “Ganamos”.

Era cierto, habían ganado. El cine y sus cánones, ya no serían los mismos. Así como sus formas de mirar y criticar. Inclusive hasta el día de hoy, más de 50 años después, el cine sigue siendo visto a través de la lectura que en ese entonces hicieron los jóvenes críticos de la revista Cahiers du cinema.

Una digresión triste. El primer día de rodaje de Los 400 golpes, muere André Bazin. ¿Qué habría opinado de la película de su hijo adoptivo? ¿O del resto de las películas del grupo de Cahiers? Nunca lo sabremos.

En el prólogo a la biografía sobre Bazin de Dudley Andrew, Truffaut escribió lo siguiente:

En la época en la que escribía Bazin, la producción media carecía de ambición artística, hasta el punto de que a menudo el papel del crítico consistía en señalar a algún realizador vulgar el talento que él mismo no se había descubierto. Hoy sucede exactamente lo contrario. Lo más frecuente es que si bien las ambiciones de los directores son muy elevadas, su trabajo no está a la altura de aquéllas. Si Bazin viviera, nos ayudaría a comprendernos a nosotros mismos lo bastante como para armonizar mejor nuestros proyectos, nuestras aptitudes, nuestras metas y nuestro estilo.
Sí, echamos de menos a Bazin.

Poco tiempo después, JLG debuta en el cine con Sin aliento (À bout de souffle). Película que basa su guión en una historia de Truffaut (y también aprovechando su nombre tras el éxito de Los 400 golpes).

Una vez más, la historia de Sin aliento es otra historia.

Llega el año 1968. El cine de Godard, se radicaliza cada vez más hasta llegar a formar, unos años más tarde, el grupo Dziga Vertov junto a Jean-Pierre Gorin. De ese año son  Un film comme les autres y los Cinematracts. Truffaut  estrena La novia vestía de negro (La mariée était in noir) y Besos robados (Baisers volés) tercera entrega de la saga Doinel. Basta repasar estos títulos para ver hacia donde evolucionó  el cine (y la idea del cine) de cada uno.

Las vueltas de la vida. André Malraux, quien fuera uno de los responsables de la inclusión de Los 400 golpes en el festival de Cannes en 1959, despide a Henri Langlois de su puesto de director de la Cinémathèque. Lugar en donde recibió su educación todo el grupo cahierista. Ante esto, el mundo de la cultura reacciona. El original staff de la revista se vuelve a unir en este reclamo.

Todo esto ocurre durante los primeros días del mes de febrero. El cine, extrañamente, se anticipa por un par de meses a la historia.

Llega el mayo del 68.


Los obreros entran en huelga y los estudiantes toman las universidades. Todo el mundo está en las calles. Truffaut y Godard se vuelven a unir para pedir que se suspenda el festival de Cannes.

Aunque suene a chiste, parece que el mayo del 68 terminó en junio del mismo año.
A pesar de que algunos jóvenes franceses, y otros no tan jóvenes como Godard, pensaban que la batalla continuaba.

Cuenta Colin MacCabe en la biografía de JLG:

Anne Wiazemsky (actriz de Au hazard Baltazhar y mujer de Godard en ese entonces) recuerda una discusión muy violenta aquel verano, durante la cual Godard trató de convencer a Truffaut para que prestara su apoyo a la campaña para clausurar el festival de cine de Aviñon. Truffaut se negó, no sólo invocando su amistad con Jean Vilar, el director del festival, sino también dejando en claro que si tuviera que escoger entre apoyar un motín proletario de la policía y otro de niños ricos ebrios de revolución, se pondría al lado de la policía.

Los amigos, por primera vez, se pelean y separan por un tiempo.

Pasarían cinco años hasta que se volviesen a poner en contacto. Pero no para continuar la relación, sino, todo lo contrario.

Llega el año 1973 y el estreno de La noche americana.

Godard escribe una carta a Truffaut y lo acusa de mentiroso. Una de sus razones, es la siguiente:

Mentiroso, porque el plano tuyo y de Jacqueline Bisset la otra tarde en el restaurante Chez Francis no está en tu película, y no puedo dejar de preguntarme por qué el director es el único que no tiene sexo en La noche americana.

En un giro extraño, irónico y desafiante, JLG termina la carta pidiéndole dinero a FT para su próxima película. Y a cambio le ofrece los derechos de La chinoise, Le gai savoir y Masculino-Femenino.

La carta es del 73 y, en la edición en inglés, Godard se refiere a dicha película,  finalmente nunca realizada, con el título Un simple film. No confundir con Un film comme les autres de 1968.

La respuesta de Truffaut, como suele decirse, no tarda en llegar.

FT se descarga de todos los rencores guardados hasta entonces.
Le recrimina su comportamiento hacia Jean-Pierre Léaud, hacia Janine Bazin (mujer de André Bazin), lo acusa de mentiroso por Tout va bien y de haber cambiado.

Me importa un carajo lo que opines de La noche americana. Lo que encuentro deplorable de tu parte es que, inclusive ahora, sigas yendo a ver estas películas, cuyos temas, ya sabes de antemano, no corresponden con tu concepto del cine y la vida.
Cambiaste tu forma de vida y tu forma de pensar, y sin embargo seguís perdiendo las horas y arruinando tú vista en el cine. ¿Por qué? ¿Lo haces esperando encontrar algo que siga alimentando tu desprecio hacia el resto de nosotros, algo que confirme tus nuevos prejuicios?

Y aclara sus reclamos contenidos, poniéndose -como corresponde- un tanto personal.

Ahora, ¿por qué te digo todo esto en este momento y no hace tres, cinco o diez años? Hace seis años, como todo el mundo, te vi sufrir por Anna (Karina) y todo lo odioso de tu comportamiento te lo perdonábamos por ese sufrimiento.
Nunca dije una palabra negativa sobre vos, en parte porque eras atacado estúpidamente, casi siempre por razones equivocadas y en parte porque siempre odié las discusiones entre escritores o pintores, dudosos ajustes de cuentas presentados como cartas abiertas a la prensa y, finalmente, porque siempre fuiste celoso y envidioso, incluso cuando las cosas te iban bien –sos muy competitivo y yo, para nada- y también había de mi parte cierta admiración.
Te consideras a vos mismo como el dueño de la verdad sobre la vida, la política, el compromiso, el cine y el amor, todo es un libro abierto para vos y cualquiera que piense diferente es un idiota, incluso si la opinión que tenías en junio ya no es la misma que tenías en abril.

Y se guarda para el final, lo mejor.

Aquí estás, en 1973, tan amante como siempre de los grandes gestos y los anuncios espectaculares, tan arrogante y dogmático como siempre, seguro en tu pedestal, indiferente a los demás, incapaz de renunciar a unas pocas horas de tu tiempo, con sencillez y generosidad, para ayudar a alguien. Entre tu interés por las masas y tu propio narcisismo no hay sitio para algo o alguien más… Necesitas representar un papel y el papel tiene que ser prestigioso. Siempre he tenido la impresión de que los auténticos militantes son como las mujeres de la limpieza, que hacen a diario un trabajo ingrato pero necesario. Tú, sin embargo, eres la Ursula Andress de la militancia, haces una breve aparición, el tiempo suficiente para que las cámaras te retraten y luego desapareces otra vez, arrastrando nubes de misterio egoísta.

A pesar de la aspereza de las misivas, Colin MacCabe, en la biografía de Godard, agrega un nuevo, y ya final, cruce epistolar.

El estreno de Sauve qui peut (la vie) en París, coincide con el estreno de películas de Truffaut, Claude Chabrol y Jacques Rivette. A raíz de esto, Godard propone a Truffaut lo siguiente:

Realmente, ¿no se podría organizar una “conversación”? Cualesquiera que sean nuestras diferencias, me interesaría oírnos decir en que se ha convertido nuestro cine. Ciertamente, podríamos encontrar un “moderador” que ambos aceptáramos. Podríamos hacer de eso un libro, para (la editorial) Gallimard o para donde sea. Me sentiría feliz de invitarte uno o dos días a Ginebra. Me gustaría, si fuera posible, enseñarte un poco mi “locación”. Quizá un encuentro como ése, cara a cara, resultaría demasiado violento: siendo cuatro se podría disminuir la diferencia potencial y circularía un poco de corriente. Con la amistad de siempre.

A este Godard conciliador, le responde un irónico Truffaut.

Tu invitación a Suiza es extraordinariamente halagadora, cuando uno sabe lo precioso que es tu tiempo… Tu carta es sorprendente, y tu pastiche de estilo “político” convence. El “finale” de tu carta permanecerá como uno de mis más felices hallazgos: “Con la amistad de siempre”. De este modo demuestras que no puedes seguir soportando la animosidad hacia nosotros, a quienes llamaste malhechores y estafadores a los que había que evitar como la peste […].
Espero tu respuesta sin excesiva impaciencia porque si te conviertes en uno de los del grupito de Coppola, andarás escaso de tiempo y yo no quiero echar a perder la preparación de tu próxima película autobiográfica, cuyo título creo saber: “Una mierda es una mierda”.

Y eso sería, casi, todo.


En 1984 una amiga en común le cuenta a Godard que Truffaut sufre de un tumor cerebral inoperable. Dicen que JLG dijo:

Eso pasa por leer tantos libros malos.

Truffaut muere ese mismo año. El 21 de octubre a los 52 años.

Anne-Marie Miéville (esposa y colaboradora de JLG), al enterarse de la muerte de FT, le dice a Godard:

Nadie te va a proteger ahora.

Años más tarde, JLG trataría de explicar una de las posibles razones del enfrentamiento:

Como sabes, lo más difícil es decirle a un amigo que lo que ha hecho no es muy bueno. François Truffaut no me perdonó que pensara que sus películas eran malas. Y él sufría, además, porque no podía considerar mis películas tan malas como yo las suyas. No es que fueran malas… No más malas que cualquier otra cosa. No más que las de Chabrol… Pero no era el cine que habíamos soñado.

Godard, también, dijo alguna vez:

Truffaut era el mejor crítico. Si se hiciera una historia de la critica  literaria francesa, y digo literaria, estarían Diderot, Baudelaire, Malraux, Élie Faure y después Truffaut y Daney.

En 1988 se edita el libro François Truffaut – Correspondence 1945-1984, editado por Gilles Jacob (de nuevo el festival de Cannes atravesando la historia) y Claude de Givray.

JLG escribe el prólogo.

¿Por qué nos peleamos con François? No tenía nada que ver con Fassbinder o Genet. Fue otra cosa. Algo que, afortunadamente, no tiene nombre. Algo estúpido. Infantil […]. Lo que nos mantuvo unidos tan íntimamente como un beso, lo que nos unía más íntimamente que el beso falso en Notorious, era la pantalla y nada más que la pantalla.

A JLG se le reconocen muchas cosas, pocas veces lo emotivo de sus textos. El prólogo, casi, termina diciendo, y es difícil leerlo sin un nudo en la garganta:

El cine nos enseñó a vivir, pero la vida, como Glenn Ford en Los sobornados ( The big heat), se iba a tomar revancha.

Una pequeña digresión antes de la despedida. 

En el documental Morceaux de conversations avec Jean-Luc Godard, vemos a JLG junto a Jean-Marie Straub y Danièle Huillet dando una clase o algo así. Al ver esa secuencia, uno tiene la sensación que, a pesar de que el lugar está lleno de gente, se hablan solamente entre ellos. Que los únicos, y últimos, capaces de sostener ese diálogo (esa idea del cine) son ellos. El resto (todos nosotros), somos simples espectadores. Danièle Huillet murió en el 2006. Jean-Marie Straub y Godard siguen vivos. Me pregunto que pasará cuando uno de ellos muera. En verdad me pregunto qué pasará cuando se muera JLG.

La respuesta, como siempre, la tiene el mismo Godard.

François, quizás, esté muerto. Yo, quizás, todavía esté vivo. Pero ¿cuál es la diferencia?

Fin.
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Compilador de textos: Marcelo Alderete

Los libros saqueados, fueron los siguientes:

- François Truffaut – Correspondence 1945-1984 -  Edición de Gilles Jacob y Claude de Givray.
- Godard, a portrait of the artist at 70 – Colin MacCabe.
- Jean-Luc Godard. Pensar entre imágenes. Conversaciones, entrevistas, presentaciones y otros  fragmentos - Edición de Núria Aidelman y Gonzalo de Lucas.
- André Bazin - Dudley Andrew.

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