martes, febrero 26

La luna sobre el lago.

La noche que murió el Facha Martel fui a ver a Los Auténticos Decadentes. En realidad quedé encontrarme en el predio del recital con una gente y resultó que tocaban ellos. Al principio pensé que era Kapanga porque me pareció haber visto los carteles por ahí y porque estaba lejos del escenario y porque sonaban horribles. Pero no; eran los Decadentes. Los Decadentes han compuesto muchas canciones memorables. De Kapanga no puedo decir lo mismo y es más, ni siquiera creo que hagan canciones. Y eso que en este momento mientras escribo escucho el último de µ-Ziq que me parece de lo más melódico y lo más canción. Había leído una vez que un mal poema no es un poema en absoluto. No eran Kapanga pero al rato los Kapanga estaban en el escenario junto con otras 20 personas con ropa de payaso. En el predio estaba todo el mundo. Como en esas películas corales que transcurren en un pueblo y las vidas se entrecruzan de manera divertida. Las mozas soñadoras, los choferes, los guías, las chicas morositas que atienden los negocios, los gringos y algunos gauchos. Las guardaparques y yo mismo. Cristina festejaba en privado con los herederos del trono. Creo. Todo el mundo se divertía mucho y la verdad que yo también. Afterhour y la luna sobre el lago. Después nos cruzamos al bar de enfrente donde seguían pasando música de los ochenta y noventa. En los bares de la Patagonia el reloj se detuvo ahí. Faltaba Capusotto. Todo el mundo arriba del escenario tenía aspecto de gente con quien te comerías un asado. Y hablarías glorias del Facha Martel y Cacho Castaña. Hasta que no das más y te tirás a dormir la siesta. El sopor estival. La otra vuelta Guido me dijo que pase por su casa que había invitado un personaje que estudia con él. El pibe vive mitad del año acá y mitad del año en la India. Había sido modelo y tenista ranqueado entre los diez mejores del país en la época del Willy Vilas. Cuando llegué estaban tirados en un sillón mirando el abierto de Australia. El tipo tenía una presencia increíble; alto y delgado con una cabellera entrecana soberbia; así me imaginaba a Dorian Gray. Ageless. Le dije hola y empezó con sus historias de viajes, lujuria y resurrección. A la media hora no lo aguantábamos más. Cuando llegó la novia de Guido que es una persona muy seria empezó sin preámbulos a contarle de su práctica del sexo tántrico con una alemana impresionante que conoció en Nepal. Faltaba Capusotto. Así y todo el tipo tenía cierta maestría con la narración. Y así contó como caminando una vez por Jordania escuchó el ruido lejano que le resultó familiar. Era un partido de tenis que provenía de unas construcciones lejanas. Comenzó a abrir puertas buscando el origen del sonido y se encontró en un hotel de lujo que parecía un palacio. En el corazón del edificio había una cancha de tenis cubierta y dos jugadores jugaban lo que parecía el partido de su vida. Jugaban muy bien y después de un rato, cuando habían acabado lo invitaron a que jugara él mismo. Dejó su mochila y empezó a pelotear con quien después descubrió era el mejor jugador del país y además hijo del monarca. Gano 6-4 6-4. Lo invitaron a quedarse pero siguió como un cowboy solitario. La noche que siguió al concierto soñé que me encontraba a mi padre en un prostíbulo. Y la noche siguiente soñé con mi casa desmantelada sin techos y sin pisos; mis cosas en cajas y un llamado de ella diciéndome que se iba (ya se fue hace mucho). De la nada el sueño. Me había dormido en una casa muy espaciosa y acogedora en un sillón gigante acurrucado por manos suaves. Y la fuerza plástica de las imágenes como en los grandes dramas del cine que nos hacen llorar. El cerebro que se sigue despidiendo después de años. El tiempo no pasa. Todos al unísono saltando y gritando: ¨la encaramos en barra¨. Dj malhumor.

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