lunes, marzo 13

llegué

Y estoy en mardel. El coche cama está tan bueno que no está bien llegar a las cinco de la mañana, sugiero que vaya a Necochea, vuelva y me deje a las nueve en el Hermitage. No importa, son las cinco de la matina y el aire está cargado, húmedo. Desde un cartel enorme Johnny Allon domina la ciudad como un angel exterminador, terrible, mezcla de Gandalf y Edgar Winter. En la sala de prensa una señora bastante alterada exige el libro de quejas para escribirle al pinguino kizhner (por mi parte yo siempre estuve con batman) que es un mentiroso porque se dice de izquierda y el catálogo vale 20 pesos. Intenté revenderle el mío más barato y se enojó más. Siempre tarde me meto en el auditorio a ver la primera. Alice de Marco Martins. Una señora menos combativa me explica de onda qué había pasado en los diez minutos que me perdí. En verdad era una especie de crítica de la señora para decirme que no había pasado nada, crítica al paso. Me metó en la trama de a poco. Alice desapareció. Pero en el relato faltan más cosas. Descubro que Alice es la hija y no la madre. Falta la madre. Me entero que la madre va a desaparecer porque no soporta la pérdida. El padre enloquece de método. Siembra cámaras en toda la ciudad para encontrar su hija. De a poco me entero que es Lisboa, en algunos planos podría ser Buenos Aires. Todo se va presentando en escorzos, a travez de superficies que reflejan y no porque sí sino porque revela parte del drama. Recuerdo Bajo la Arena de Ozon, recuerdo Venecia Rojo Shocking. Recuerdo ese libro extraordinario de Ian MacIwan, The child in time. Y entonces en el medio se empieza desdibujar todo, aparece el melodrama y la sobreexplicación. En el final hay un pequeño giro, sutil y entonces todos decimos, es una buena película. Es un ensayo también, sobre cómo construir historias, sobre qué es ver, sobre el árbol y el bosque. Salgo del cine y hay sol. Una colega con la credencial al cuello deja ver su bikini abajo del vestidito. Che, eso no se hace!!

Miss Mundo.

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